martes, 29 de abril de 2008

Crevice- Crevice 1
El disco comienza con una definición, o más propiamente una declaración de principios de lo que es Acid Rock. Parecería un discurso académico, prácticamente como si todo estuviera en un ambiente controlado, ya sea en el ascéptico mundo de un laboratorio o una celda con las paredes acolchonadas. Este academicismo despierta cierta desconfianza, y parecería en sus comienzos uno de los tantos experimentos del doctor Leary, el intento de crear una sensación cinemática de landscapes sonoros que pudieran imitar la alteración sensorial tras la insuma de drogas psicotrópicas. Sin embargo, aquello va sucumbiendo ante el influjo de su propio caos, como si fuese un experimento fuera de control, ya olvidándose de los determinados propósitos que estaban detrás de los vasos de bohemia, convirtiéndose el experimento en un fin en sí mismo. Este preciso elemento anárquico, es lo que hace resaltar el disco Crevice 1, separándolo de la mayoría de la psicodelia actual –a no ser por bandas como Acid Mothers Temple- que por momentos se toma la cosas demasiado en serio, como si los músicos dejaran toda su fibra adolescente y se encorsetaran tras túnicas blancas y guantes de látex.
El arte de tapa del disco habla de sobra de la banda. Un híbrido entre perro boxer con submarinista, con una boca completamente desproporcionada al resto del rostro, confirma ese absurdo sincretismo anatómico que propiamente caracterizará la pirada música de Crevice. Estos macabros vaqueros psicodélicos, que suelen caer con sus sombreros a los shows, haciendo añicos un vinilo de Barry Manilow en cada presentación –más allá de lo apologética cuestión de culto a la destrucción, los pibes mantienen que los discos de Manilow al ser destruidos tienen un sonido diferente-, han infectado al mundo con su música desde 1996. Como es costumbre en Mutant Sounds, no se sabe gran información sobre los tipos más allá de esto ya dicho, junto con el hecho de ser de San Antonio y tener en su haber una diarreica discografía que suele incluir bootlegs de sus muy colgados toques.
El disco en sí expresa “musicalmente” aquel mutante reconstruido por partes, casi en la técnica de cut up de Gysin, encontrándose a partir de la atenta escucha con los sonidos más disímiles, entre ellos, cristales, órganos de iglesia, motores en pleno funcionamiento, violines, chapoteos de agua, bebés-vocoder, clarinetes enlatados, sonidos propios de videojuegos de 8 bits, recortes de libros sonoros, voces oceánicas que parecen el canto de las ballenas y drones de toda naturaleza. Incluso al comienzo del disco hay unas guitarras eléctricas que recuerdan un poco a Mars Volta, pero la experimentación es tal que harían ver a los peludos del paso como unoa concursantes de certamen de bandas interliceal que tocan covers de A77AQUE. En ciertos sampleos uno acusa algunos sonidos que cree haber escuchado antes, no sólo en su vida cotidiana, o en los flippers de alguna casa de maquinitas polvorientas de Parque del Plata, sino en bandas como Radiohead –en el primer cuarto del disco hay algunos pasajes que recuerdan al Kid A, específicamente How to dissapear completely o The Nacional Anthem-, pero pronto uno se da cuenta de que lo que estas bandas reconocidas representan son sólo el ápice de este delirio que se extiende como un rizoma a todos los rincones de nuestros auriculares.
La banda se autoproclama desde el principio como Acid Rock, pero difícilmente podría entrar en una categoría. Está clara la idea de generar ciertos escenarios más aterciopelados o más esquizofrenizantes, por lo que uno se podría sentir tentado a asociarlo con cierta herencia del kraut, sobre todo con Faust, pero por otro lado, más específicamente con Eno y sus ideas sobre la música Ambient. En todo caso, más que ambient, lo que hacen los Crevice parece Ambient Punk.
Si intentara redondear el Crevice 1 con algún concepto, prácticamente no estaría muy lejos de Charles Manson interpretando el Album Blanco, principalmente porque no hay canciones y ni siquiera “movimientos”, como uno podría pensar en discos como los del ya citado Acid Mothers Temple o Godspeed You! Black Emperor.
Intentando hacer un recorte un tanto arbitrario, hay tres momentos que, cuando no intensos, resultan muy interesantes. El primero llega al minuto 27 con unas guitarras que entran en escena dándole un dramatismo extraño e inusitado a un disco que resultaba extravagante, pero frío. Luego para el minuto 34, una autoparodia embebida en ácido que utiliza extractos de un libro con audio –de esos que se le dan a los niños en sus primeros años de lectura-, en donde una señora relata el hambre que sienten los diferentes animales de una granja sin que esté el granjero Jones, responsable por la alimentación de los mismos. Lo que empieza con una simple broma se convierte en el mismo paradigma del disco. La anafórica Where’s farmer Jones? comienza a hacer un agujero en el cráneo, y progresivamente la voz de la mujer se comienza a superponer y expandirse como metástasis, resultando de todo aquello un desquiciante huracán de palabras y sonidos de animales. Al parecer los Crevice tienen una formación cinéfila (algunos de ellos han hecho soundtracks de películas) y han chapado alguna cosa que otra sobre el montaje. Específicamente, los tipos parecen haber entendido a fondo una de las famosas frases de Hitchcock en cuanto al uso de la imagen y montaje en La ventana indiscreta: "Tomamos un primer plano de James Stewart. Mira por la ventana y ve un perrito que baja al patio en el cesto; volvemos a Stewar, que sonríe. Ahora, en lugar del perrito que baja en el cesto, presentamos a una muchacha desnuda contoneándose ante su ventana abierta; volvemos a colocar el mismo primer plano de Stewart sonriendo y, ahora, ¡es un viejo crápula!". Claramente, la imagen sonora de los animales de granja suena bastante inocua por sí sola, es decir, como un plano, pero unida a una línea de montaje en que hace anaforizar, permutar y atacar las guestalts de estas imágenes, se produce un efecto desconcertante que por momentos se confunde con algo macabro y extraño.
El otro momento clave llega con un drone mínimo, que por un momento parece sólo sonido de aire y con el tiempo comienza a tener cada vez más protagonismo, como una avalancha que viene hacia nosotros.
Crevice puede considerarse un experimento de vanguardia, o la paja auditiva de unos cuantos pibes con ganas de hacer enloquecer a la gente. En uno u otro caso-y más allá de algunos cuantos minutos que aburren del disco-, es una experiencia que difícilmente deje inerme al escucha.

Bizarrez: 9/10 (prácticamente, de forma más o menos elegante, todo el post fue una forma de contar lo bizarra que es la banda. Como jugar a la ruleta rusa luego de tomar un té de floripón)
Escuchabilidad: 6/10 (por momentos aburre, y ciertamente es muy probable que si sólo están escuchando música y no haciendo otra actividad, cambien de disco y se pongan a escuchar MC5, The Damned, Ramones, Miranda! o cosas por el estilo. Sin embargo, no es un disco que taladre los oídos, permitiéndosele cierta cualidad ambient que puede ser más llevadera
Encopresis garantizada: 6/10 (en escenas muy logradas como la mencionada “Where is farmer Jones”, más que miedo por algo en específico, uno comienza a temer estar perdiendo la razón)
Factor S (de snob): 8/10 (nadie, nadie va a conocer esta banda, y si la ponés de fondo en alguna fiesta, posiblemente te conviertas en cuestión de minutos, en el personaje más cool del pabellón 7 del Vilardebó
Puntaje general: 7/10 (al principio el disco me parecía una pajería sónica, pero con el tiempo empecé a entender la idea que hay detrás de todo semejante caos. Ciertos landscapes muy logrados y un manejo de ciertos drones y experimentaciones sensoriales que podrían ser envidiados por las bandas más psicodélicas de los setenta.